domingo, 23 de septiembre de 2012

La Túnica Vacía



Sucedió hace no mucho;
una mujer acudió a retirar dos papeletas de sitio de la Borriquita,
una con cirio, la otra sin nada;
después de un rato, el Mayordomo consiguió que la mujer explicara para quién era esa papeleta sin cirio ni varita, para un pequeño que estaba en el cielo;
la túnica de ese niño salió aquel año a los pies del Señor de la Sagrada Entrada.

La Túnica reposa en el silencio del armario;
una tela que casi ha olvidado el pequeño volumen de quién tras ella se escondía,
ha desaparecido la doblez de levantar el antifaz, y de sujetárselo al rostro;
solo eso, sobre la túnica hay unas manos cada año un poco mayores;
hay una mente donde se guarda la imagen intacta, retoma el nombre, la cara, su forma de hablar y responder, mientras pasa la plancha por un dobladillo inútil;
porque los recuerdos no crecen;
sabe que cuando él se fue, le dieron el sitio preferente, que desde entonces no le hacen falta ni cirios, ni varas, ni palmas;
va sobre el paso, haciendo sonar las campanillas, aupando a Zaqueo sobre la palmera, más cerca que nunca del que quería niños a su alrededor;
por eso ese paso es un jardín de Infancia;
ella sabe, que en estos días señalados,
tiene forma de túnica la orilla de su ausencia;
pero también es la misma rivera de su presencia, ahí arriba irá;
para que, la vista, el viento y el aire que se cuela en cada levantá,
bajo el que lleva las riendas de la vida y la muerte;
porque esta es la historia de la túnica de un nazareno de la Borriquita,
que quiso estar cerca de él, cerca de un Dios que fué un niño;
Porque el Cristo del Amor no solo está crucificado,
sino también a lomos de un burro como el de la Plaza de España;
ahora, la túnica reposa en el silencio del armario,
y está tan bien planchada, que parece que hoy es Domingo de Ramos
 
 

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