Negra y silenciosa habrá sido la noche en Alfonso XII,San Lorenzo y La Magdalena. Ruán y esparto para el sonido del racheo de los pasos del Nazareno del Silencio, el Señor del Gran Poder y el Cristo del Calvario. Tras ellos y con la musica celestial de las bambalinas al golpear con los varales, María Santisima de la Concepción, Nuestra Señora del Mayor Dolor y Traspaso y la Virgen de la Presentación.
Gitana habrá sido la noche y el alba en el Valle. "Er Manué" habrá llegado como Él llega siempre, y Sevilla le habrá esperado, como le espera siempre. Andando, siempre de frente y con la elegancia del que se sabe Rey de los Gitanos. Como su madre de las Angustias, la que nos regalase un fin de semana de octubre en el que Sevilla solo tuvo ojos para Ella, como queriendo darle el protagonismo que en la Madrugá le quita. Mirada baja, tez morena y una corona forjada con 25 años de ilusiones.
Y se habrá teñido de verde Esperanza la madrugada del Viernes. En Triana y en la Macarena, Esperanzas de un barrio, de una ciudad, la misma que habrá sentenciado a Jesús en el atrio de la Basílica con la banda sonora del tambor clásico de Hidalgo y la Centuria, y le cargará con una cruz tan pesada como nuestras propias culpas, que hasta tres veces te vió caer,unicamente aliviadas por la alegría de las cornetas de las huestes de Julio Vera.
Cuando todo eso haya acabado empezaremos a sentir el escalofrío que sentimos cuando algo llega a su fin. Empezaremos a notar como el sueño de todo un año se nos escapa, como si quisieramos retener tantos recuerdos e imágenes en nuestra retina, que fuese imposible tirar de todos ellos.
Cerca,muy cerca de allí, en el Real de la Carretería, en el corazón del Arenal, nos encontraremos al clasicismo hecho cofradía. Elegancia,saber estar,perfección, y una vuelta a la semana santa de hace 100 años la que nos regala la Carretería. Cristo de la Salud, entre ladrones clavado, y una Virgen de la Luz que llora ante tal injusticia humana. Como lo hará bajo su añejo palio la Virgen del Mayor dolor en su Soledad.La Carretería, una hermandad de otros tiempos.
Y tampoco lejos de allí, en el Covento de San Buenaventura, la Virgen de la Soledad llorará mirando al cielo , al pie de la Cruz en el que poco antes estuvo clavado cristo. Corona de espinas, sudario y cruz para un monte calvario de caoba y plata.
Calvario tendremos también en la Magdalena, en la anexa capilla de Montserrat. Conversión del Buen Ladrón, entre Dimas y Gestas, para el que dicen que es el Gran Poder crucificado. Culmen a la semana santa en la calle San Pablo, que pondrá la crestería del palio de la Virgen de Montserrat.Más clasicismo para una hermandad que fundarán en su día un emigrantes catalanes.
El negro ruán del día lo pondrá la hermandad de San Isidoro. Jesús de las Tres Caidas bajará Cuesta del Rosario abajo, con la única ayuda del Cirineo que tan brillantemente ejecutase Ruiz Gijón. Lirios morados para el dolor de cada una de sus caidas, y una Virgen de Loreto que aun yendo en silencio tantas cosas nos dice. Patrona de la aviación, a la que cada Viernes Santo miembros del Ejercito del Aire rinden honores como única señora.
En el ex-Convento de La Paz daremos sepultura a Cristo. Sagrada Mortaja de Nuestro Señor, en el único paso de la hermandad, en el que los Santos Varones y las Tres Marías, serán la unica compañía de la Virgen de la Piedad, en el doloroso trance de enterrar a su hijo. Silencio y solemnidad y el sonido de ese muñidor que nos anuncia la muerte,
para una cofradía, que en tiempos pasados fue conocida como la Macarena chica, por su alegría e idiosincrasia propias de una hermandad de capa que una de silencio.
Así pues, y aunque con la Madrugá nos parezca acabar todo, recordemos que queda un largo Viernes Santo, no en vano es el día más importante, no lo olvidemos. Un día de contrastes, pero sin duda cargado de clasicismo y sabor añejo. Disfrútenlo y vívanlo.
100 días para Viernes Santo, el día en que Cristo murió por nosotros.
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